miércoles, 11 de junio de 2008

Arbitrariedad


Para juzgar una obra de arte, como por ejemplo una obra literaria en el marco de un concurso como el Nobel, se supone que los jueces tendrán que ser unos expertos en el tema. De esta manera analizarán según su esquema docto y sopesarán el valor artístico de cada una de las obras revisadas ya sean novelas, cuentos, poemas, ensayos, etcétera. No niego que en todos los años del certamen Nobel deben haber unos jueces muy imparciales y lúcidos como para darle el premio Nobel a C. J. Cela y no a Jorge Luis Borges.

No obstante, en tiempos pasados, ha ocurrido que artistas que salen del horizonte de expectativas de una época pueden llegar a ser artísticamente desaprobados o infravalorados, no así posteriormente cuando adquieren un valor agregado en una época que se acomoda a su trabajo.

Lo que quiero decir con todo esto, es que el juicio de valor del arte, o de una obra literaria, es muy subjetivo, se trata de una convención, un embuste cuyo mérito radica en parecer verdad.

Cualquier juez puede ser un Humpty Dumpty con todo el poder para ejercer su verdad y dictaminarla. La Humpty Dumpty literatura tiene que recordar que el ámbito del lenguaje es vertiginoso, y que entre más arriba se está, más dura es la caída o la decepción, e irremediable la fractura.




1 comentario:

Luz dijo...

Sigue trabajando y ánimo,
Luz